No hablo de trastornos. Hoy no. Hablo de nuestra capacidad para interpretar señales. En consulta, después de casi 20 años de ejercicio profesional, he atendido a más personas con una situación, digamos que de «pre-trastorno», que con patologías clínicas per se. Se trata de personas que, no habiendo sabido y/o podido ver lo que se les venía encima, acaban encontrándose en una coyuntura psicológica, emocional, social, física incluso, problemática y/o deficitaria. Y conste que todos/as somos susceptibles de atravesar este tipo de estados en algún momento.

El perfil es común:
1. Pierden la capacidad de explorar, de curiosear, de descubrir, de innovar, en definitiva: de atreverse. Sujetos de una manera esclavista a la rutina. Ojo, hay personas que ELIGEN la rutina. Hablo de personas que son ESCLAVIZADAS por la rutina. La “esclavitud” psicológica se define por anular a la persona y sus posibles talentos, su potencial. Hay obligaciones y responsabilidades; quitando éstas, todo lo demás es campo abonado para explorar, sin miedo. ¿Siempre quisiste hacer puenting?. Hazlo. Tu cuerpo y tu cerebro son sabios. Si lo piden, dáselo.
2. Ven la realidad más oscura de lo que es. Consecuencia del punto anterior. Mírenlo de esta manera. Si no me atrevo, no descubro; si no descubro no experimento. Si no lo experimento, no gano; si no gano, no tengo éxito (unas veces en el sentido menos material del término y más emocional, psicológico, social…, otras veces, vendrán bien algo tangible o ganancias materiales). Si no tengo éxito, ¿de qué se alimenta mi autoestima?. Si no tengo nuevas experiencias, ¿cómo no voy a pensar que TODO es igual (y triste)?.
3. No saber aislarse o aceptar problemas sobre los que no se tiene control. Ya tienes bastante con aquellos que SÍ puedes controlar. Objetivamente, no puedes hacer nada si tus padres se separan. No puedes hacer nada si tu jefe te despide. No puedes hacer nada si la persona de la que te has enamorado te rechaza. Hay que aceptarlo y adaptarse a la situación. ¿Cómo?. Veamos los ejemplos: apoyar a tus padres en lo que les haga falta (escúchales, haz actividades con ellos, sorpréndelos con detalles), buscar un nuevo trabajo (averiguando qué fue mal y entrenando tus habilidades), seguir buscando el amor (sal, diviértete, apúntate en algo donde haya personas que te interesen). Así de claro.
4. Actitud negativa y afrontamiento deficiente. Hace años tuve una paciente que concluyó que era una «mala esposa» porque se había divorciado dos veces. Después de la terapia, reenfocamos. No se ES «malo», se HACEN cosas erróneas. Esto se llama “razonamiento emocional”. El divorciarse dos veces solo significa, objetivamente, que se ha fracasado dos veces. Punto. Nada dice sobre una tercera, o las sucesivas. Y hay un problema de afrontamiento. Vimos que, efectivamente, no es que fuera «mala» (correcto, los lectores habrán visto aquí un problema de autoestima también), es que había múltiples errores en su capacidad comunicativa, en sus habilidades sociales (escucha activa, asertividad, empatía) y en su percepción cognitiva (pensamientos distorsionados). Corrigiendo esos aspectos, ¿cambia la situación?. Sí, necesariamente. No hablo de éxito asegurado, hablo de CAMBIO.
Si ves alguna de estas señales y no puedes manejarlas, es el momento de buscar ayuda. Son precursores de situaciones que pueden devenir en trastornos. ¡Nunca es tarde!.